sábado, 21 de diciembre de 2013

Los Juegos de La Comadreja: Capítulo 8



Mientras deambulo por el bosque, caigo en la cuenta de que quizá el tributo que disparó aquella flecha pueda estar en estos momentos observándome, esperando a matarme. Recapacitando en tal cuestión, decido ponerme alerta. Con cuidado de hacer el menor ruido posible, empiezo a escalar por el árbol de mi derecha. Subo lo suficiente, así que empiezo ha pasar de un árbol a otro, agarrando una rama del árbol al que quiero pasar y colocando un pie en las ramas de abajo. Así sucesivamente. De repente, escucho un cañón, veo como muchos sinsajos salen volando desde diez metros hacia la derecha de mi posición, no está lejos de mí. Está oscureciendo y poco a poco me cuesta trabajo caminar, pero me sé el bosque como la palma de mi mano, así que rápidamente bajo de él y empiezo ha correr hacia el riachuelo por el que pase el primer día. En el camino, me hago pequeños cortes en mi cara. Poco después, mientras corro, giro la cabeza para comprobar si alguien me sigue, por suerte no, menos mal, pero de todas maneras, yo sigo corriendo, ya que quizá desde allí pueda saber qué dirección tomar. No giro la cabeza lo suficientemente rápido, por lo que no veo la rama que se haya delante de mí. Me doy un fuerte golpe en la cabeza y me caigo al suelo. Poco a poco se me nubla la vista, lo que hace que me caiga al suelo, quedándome de rodillas. Al rato, todo se oscurece, mientras caigo en un profundo sueño.

Me despierto, algo entumecida. El sol me da en la cara, por lo que cuando me incorporo, alzo la mano para tapar el sol con ella. He debido quedar inconsciente por unas cuantas de horas, quizá días. En estos momentos me encuentro perfectamente, sobre todo porque en el todo el tiempo en el cual estuve aquí tirada no me ha pasado nada. No me han matado. No me han encontrado. Me llevo las manos a la cara, para comprobar si las ramas me han causado un gran daño. Mi cara está muy suave, más de lo que ha estado en todo este tiempo. Quito las manos de mi cara y las apoyo en el suelo. Me apoyo en ellas, inclinando mi cuerpo un poco hacia atrás, cierro los ojos y dejo que los rayos del sol me den en la cara, disfrutando un poco de esta sensación. Cuando pasan unos minutos, me levanto y estiro las piernas. Sigo andando hacia el riachuelo, mientras voy dando pequeños saltitos. Cuando llego no hay nadie, así que me decido bebe un poco de agua. Aunque sigo pensando que está un poco salada, un poco de agua en estos momentos ayuda. Me arrodillo junto a la orilla y empiezo ha beber durante un gran rato. Después, me enjuago la cara. Cuando el sol ya está en lo alto de todo, vuelvo a internarme en el bosque, pero esta vez voy hacia la parte izquierda, cuando estoy andando, una voz resuena en toda la arena: “Hay una nueva norma; pueden ganar dos tributos que sean del mismo distrito”. El corazón se me acelera. No sé si mi compañero sigue vivo, por lo que empiezo ha correr, con mucho cuidado, ya que estoy segura de que todos los tributos restantes estarán haciendo lo mismo. Corriendo, empiezo a mirar por todos los lugares. Intentando encontrarlo. Sin previo aviso, veo pasar delante de mí al chico del once. Rápidamente, me escondo detrás de un árbol, rezando para que no me haya visto. Mi respiración se acelera. Tengo la espalda rígida y pegada al tronco, lo que hace que me duela. Me agacho, deslizando la espalda hacia abajo del tronco. Me arrodillo en el suelo, me vuelvo intentando comprobar si sigue cerca o se ha marchado. Por lo que veo no hay monos en la costa. El pelo se me cae, por lo que me lo coloco detrás de las orejas. Me levanto y decido ir por los árboles, como hice antes de quedarme inconsciente. Sujeto la rama más baja del árbol en el que antes me apoye y me elevo. Pongo ambas rodillas encima de la rama, que aparentemente es muy debilucha. Paso a otra más alta, y empiezo ha pasar por ellas. Cuando de repente Cato pasa por debajo de mí. Me paro en seco, pero dejo de caer algunas hojas, por lo que alza la cabeza. Me ha visto.

Espero que les haya gustado
Besos y feliz navidad

viernes, 6 de diciembre de 2013

Los Juegos de la Comadreja: Capítulo 7


El camino es perfecto; fácil y alejado. Es algo como: saltar hacia delante, dar pasos hacia los lados, volver a saltar... Es fácil de memorizar, pero uno de los problemas es que no crea que pueda poner a ahora ha intentar pasar por él, ya que ellos están haciendo lo mismo y sería muy fácil que me descubrieran. Un segundo después de decidir eso, creo que es más prudente dejar una señal en el suelo para no olvidar el sitio por el que es más seguro pasar. Me giro, buscando algo que pueda servirme. Cuando muevo rápido la cabeza, mi pelo me da en la cara, haciéndome cosquillas, por lo que me lo sujeto con las manos, formando como si fuera un cola. Hace tiempo que no siento esta libertad por lo sin darme cuenta me encuentro riendo a carcajadas. Me tapo la cara con ambas manos, y empiezo a reír en silencio. Cojo una hoja caída de un árbol y la coloco como señal. Con cara de loca, de haber hecho algo horrible, con una sonrisa de joker, me interno en el bosque, medio tropezándome. Me siento con la espalda pegada a un árbol, y sigo riéndome, por lo que rato después empieza a dolerme la barriga. Poco después, cuando el sol ya esta en lo alto, me levanto, me sacudo la tierra que se me ha pegado al pantalón y me dirijo hacia la cornucopia. Ahora que lo pienso, no parece tan gracioso el hecho de sujetarme el pelo, pero por una vez me ha gustado sentir otras emociones distintas a las que estaba acostumbrada aquí dentro. Cuando llego a mi destino, el chico al que debería haber matado, el del tres, ya se ha recuperado. La ira fluye dentro de mí. <<No puedo creer que lo hubiera dejado con vida, debería haberlo matado>> Intento controlarme, pero es casi imposible. El chico ya puede moverse, andar con tranquilidad, pero no creo que pueda correr y menos aún sobrevivir a un ataque, cuando este solo. Para intentar no saltar sobre él en busca de pelea la próxima vez, empiezo ha rodear por detrás la montaña, para intentando encontrar el camino. Poco después encuentro la hoja que había puesto se señal (y si no es esa se parece mucho). Cuando llevo tiempo sin encontrar el camino, empiezo a sospechar si era la hoja que había puesto, pero giro la cabeza y ahí esta el camino, por lo que parece, no he estado prestando mucha atención mientras lo buscaba. Empiezo a memorizar repitiéndome siempre los mismos pasos. Saltar hacia delante, paso hacia la izquierda, salto hacia delante, girar hacia la izquierda y saltar, paso hacia delante, girarse un poco hacia la izquierda y saltar, mirar hacia la montaña y saltar. Así continuamente, haciendo que me aburra. De repente empiezo ha escuchar como los profesionales empiezan a gritar y maldecir. Me levanto y me dirijo a ver que pasa. Cuando llevo, puedo ver como a lo lejos hay dos grandes columnas de humo, que se elevan más allá de diez metros por encima de los árboles. Tres profesionales se internan en el bosque dejando al chico medio muerto al cuidado de sus provisiones. <<Es mi ocasión>> pienso orgullosa. Doy media vuelta y corro hacia el camino. Cuando llego, me dirijo hacia la montaña, sin preocuparme de que puedan verme. Me coloco y salto hacia adelanta algo más de un metro, doy un paso hacia la izquierda y doy un pequeño paso hacia delante. <<En estos momentos tengo el corazón en la mano, si doy un paso en falso, adiós a mi vida>> Me giro hacia la izquierda, salto un metro aproximadamente y doy un paso hacia delante. <<Ya estos muy cerca, no puedo fallar ahora>> Me giro un poco hacia la izquierda, salto y vuelvo a saltar dirección: la montaña. Me encuentro delante de ella y no me ha pasado nada. <<Estoy eufórica>> Cojo lo primero que encuentro, que resulta ser un trozo de carne seca, y me dispongo a salir de nuevo. Repitiendo los mismos pasos pero a la inversa, consigo salir de esa trama. Esta vez estoy dispuesta a matar al chico del tres, pero hay alguien en el bosque, al otro lado de la montaña. Con mi comida en la mano, me dirijo hacia el bosque, escondiéndome en un lugar cualquiera, ya que lo importante es que quien sea que fuese aquel tributo no este dispuesto a matarme. Empiezo ha observar entre los árboles. Los profesionales no vuelven. El chico del tres anda cerca de mi posición, lo que me pone en peligro. Pronto se aleja, pero decido estar atenta por cualquier caso. De repente, veo como una flecha sale de entre los árboles y va a parar en una bolsa de manzanas. La flecha desgarra la bolsa, formando un agujero por el que poco a poco empiezan a deslizarse las manzanas hasta el exterior de la bolsa. Cuando la primera de ellas toca el suelo, todas las minas empiezan a estallar. El sonido de la explosión hace que me duelan los oídos. Quien fue ese tributo, ha hecho lo correcto. Aunque yo ya no puedo conseguir comida fácil, los profesionales tendrán que buscar ellos solos la comida. Hay un gran revuelo en la cornucopia, Clove y Cato han llegado, pero no se donde está el del uno. Cato está muy enfadado, no para de gritarle al chico del tres, lo que ni me molesta ni me incomoda. Unos segundos más tarde, Cato agarra al chico por el cuello con ambas manos y rápidamente, le da un giro hacia la izquierda, matándolo. Su muerte es una sorpresa para mi, aunque quería que muriese, no me esperaba que fuese tan rápida. Me interno en el bosque. Los profesionales ya no tienen nada que me importe. Suena un cañón. El chico ya está muerto del todo. Cada vez somos menos. Solo uno puede sobrevivir. Solo uno conseguirá la victoria. Solo uno será colmado de riquezas. Y pienso ser yo.

Espero que les haya gustado
Besos :)